
Siempre desde mi experiencia, como Psicólogo y Coach se me han presentado infinidad de situaciones en las que ha salido a colación la comparativa entre la forma de actuar con el cliente desde la perspectiva psicológica frente al proceso de acompañamiento y desarrollo utilizados con las herramientas aportadas por el coaching.
Cabe destacar que ambas formas de abordaje al afrontamiento de un nuevo repertorio de conductas son distintas pero no excluyentes.
Es cierto que en éstos últimos años, la comunidad de titulados/as universitarios/as en psicología se han puesto alerta ante la multitud de coaches salidos de escuelas privadas cogidas de la mano de asociaciones privadas que marcan un determinado código ético para sus asociados; aunque también esta formación la han acogido universidades públicas y privadas con afán de hacer más dinero y por supuesto futuros profesionales más cualificados/as.
Está claro que los cambios y las nuevas figuras y roles profesionales que emergen en nuestro mercado laboral son un fiel reflejo de las necesidades que muestra esta sociedad en la que nos ha tocado vivir. Por otro lado el sistema también se aprovecha de la “moda” e intenta también hacer su “agosto” ante tanto bombardeo mediático.
Si el coaching ha brotado y ha resultado ser necesario, es porque es algo que la globalización gestada necesita, esto es: ALGO FLEXIBLE. Algo que no se centre o especialice en determinadas fobias o clasificaciones, grupos problema e instituciones. Si funciona, es porque no se centra en el juicio, la etiqueta o en la directividad del terapeuta, sino que enfoca todo su sentido en hacer ver a la persona qué piezas del puzzle tiene encajar para que la construcción de la nueva imagen que quiere construir se refleje en su mundo real.
No me voy a parar en poner en tela de juicio a múltiples organizaciones que están jugando y aprovechándose al vender y acreditar esta cualificación tan útil y poderosa, así como tampoco de las universidades o colegios profesionales que se centran en una estructura fija y jerárquica, donde el rigor práctico, profesional y hasta científico podría brillar por su ausencia, centrándose en pruebas de conocimientos, trabajos teóricos-nada-prácticos, no dando espacio a la creatividad e imaginación del futuro de los/as nuevos/as profesionales. Esa fue la razón, la capacidad de crear e imaginar para acompañar a personas que no encuentran las piezas de su puzzle, la que me hizo interesarme por el coaching.
Estamos cometiendo un gran error, estamos dejando que nos corten nuestro poder de imaginar, las instituciones de conocimiento no nos “deslían”, en las aulas de primaria y secundaria niños y niñas están desbordados de ejercicios y pruebas que estimulan la competitividad, entrando en los mundos de “peores y mejores”, creando limitaciones y clasificaciones entre unos/as y otros/as, llegando al maltrato, abuso y graves problemas de conducta (muchos de ellos irrecuperables desgraciadamente).
Es por eso, que muchas aquellas personas, tituladas o no, preocupadas por un nuevo impulso profesional más “esperanzador” y “posibilitador” en una sociedad en CRISIS de valores, toman la decisión de ser coherentes con su PARA QUÉ particular: estar con los demás y contribuir a un cambio en el exterior que nace del alumbramiento de nuevas formas de estar en el mundo desde nuestro interior. Aspecto que aún que no se han molestado a hacer las instituciones.